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Con el desarrollo de las nuevas tecnologías y el golpe que supuso la pandemia en los colegios, muchos niños y adolescentes han desarrollado un modo de socializar muy distinto al que conocíamos. El uso de redes sociales, en algunas ocasiones de manera no adecuada, móviles, videollamadas para charlar con los amigos, etc. ha marcado un cambio en la forma de socializar y, por lo tanto, en sus hábitos y rutinas anteriormente establecidas, creando cierto desorden que ha afectado a su salud emocional. Un falta considerable de entusiasmo hacia los estudios, así como la cantidad de estímulos a los que están expuestos debido a la facilidad con la que acceden a los contenido que pueden encontrar en redes sociales y en videojuegos, hacen que muchos de ellos presenten desgana hacia sus rendimiento académico.

 

La ansiedad y la búsqueda de perfeccionismo en estas edades tampoco se quedan atrás. La propia presión que un alumno puede ejercer sobre sí mismo para conseguir las mejores notas llega a generar problemas en los niños y adolescentes que lo sufren. Sobre todo aquellos que se ven reflejados en su salud mental.

 

La educación emocional consiste, básicamente, en el proceso de adquisición de los conocimientos y habilidades para entender y manejar las emociones, de manera que el propio individuo es capaz de gestionar aquellas que le producen determinadas situaciones, a la vez que es capaz de crear una respuesta positiva y empática hacia los demás. Las habilidades sociales y emocionales son fundamentales para ser capaz de reducir respuestas negativas como pueden ser la angustia ante los exámenes, la ansiedad, el estrés y la depresión. Por lo tanto, se trata de una pieza clave para evitar este tipo de problemas.

La expresión positiva de emociones debe ser algo que se trabaje tanto en casa, por parte de las familias, como en los colegios. De esta manera aprenderán a expresar los propios sentimientos, aun cuando son negativos, de manera no agresiva. Es decir, hablamos de autocontrol. También es una forma de aprender a resolver conflictos respondiendo de manera creativa y evitando la frustración.

Es importante hablar con los niños, sentarse y escucharles, pero como dice María Jesús Campos (psicóloga educativa): Acompañar no es interrogar, es estar”.

En muchas ocasiones intentamos conocer a nuestros hijos sometiéndolos a una especie de interrogatorio sobre “qué hace”, “con quién va”, “por qué” y un largo etcétera de preguntas que solo provocan rechazo y mutismo.

El estar es sentarse con ellos y escuchar de manera sensible sus preocupaciones e inquietudes que puedan presentar en ese momento. Y, sobre todo, respetar sin cuestionar esas emociones.

Las emociones influyen en aquello que vivimos, y pueden determinar la manera en la que actuamos y tomamos decisiones, por ello es tan importante trabajarlas desde edades tempranas, conocerlas, identificarlas y sacar de ellas aquello que nos ayude y facilite nuestras relaciones con el entorno.

FUENTES: www.mariajesuscampos.es / educación 3.0 / pinterest

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